ANUNCIO 1

“Zuen aurretik joango da Galileara; han ikusiko duzue" "Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis"

jueves, 20 de marzo de 2008

En la noche en que iban a entregarlo



Como judío que era también Jesús, quiso celebrar la pascua. Pero en Jesús la pascua judía se convertiría en la pascua de todos los hombres de todos los pueblos. Esta vez no sería sacrificado un cordero sin taras, sino el cordero de Dios, inocente y sin pecado, que sería sacrificado en la cruz para la remisión de todos los pecados.

Aquel día, la humanidad alcanzó su última victoria frente a la muerte. Con la muerte y resurrección de Jesús, la humanidad ha quedado a salvo de todos sus enemigos: del pecado, del demonio y estructuras del pecado y de la muerte consiguiente al primer pecado. Jesús, la noche antes de padecer, quiso anticipar el sacrificio en la institución de la eucaristía.

"Los amó hasta la muerte"
Lo que Jesús anticipaba ritualmente en la eucaristía, lo realizaría dolorosamente al día siguiente en la cruz, llevando así hasta las últimas consecuencias el incomprensible amor de Dios a los hombres. El Señor, que tantas veces había actuado, simbólicamente, en favor del pueblo elegido, librándolo de Egipto y de la cautividad de Babilonia, actúa ahora y de manera definitiva en su Hijo y por su Hijo. Jesús es la manifestación del amor de Dios a los hombres hasta el colmo de la muerte y más allá de la muerte. En la resurrección puede comprenderse lo que intuimos por la fe: que Dios nos ama incomparablemente, a lo grande, a lo Dios.

"¿Comprendéis lo que he hecho?"
El amor de Dios es amor que nos salva y nos libra de toda esclavitud, incluso de la de la muerte y del miedo a morir. Pero es también amor ejemplar, porque es la norma y el modelo para el establecimiento de cualquier forma de convivencia entre los hombres.

No nos salvará la política económica o la política social, no nos salvarán las organizaciones internacionales, ni las alianzas entre poderosos, no nos salvarán la técnica ni la Declaración de los Derechos Humanos. Todo eso fracasa, lo vemos, por falta de amor, de buena voluntad, de rectitud de intención. Todo eso resulta inútil por el egoísmo, el afán de riquezas, la voluntad de dominar, la insolidaridad. Sólo el amor puede salvar, si amamos como Jesús, si amamos al prójimo como a nosotros mismos.

"Os he dado ejemplo"
Jesús nos dio ejemplo: siendo Dios, no hizo alarde de su categoría divina, sino que se puso a servir y a lavar los pies de sus discípulos. En la eucaristía hacemos memoria del ejemplo de Jesús.

Por eso, la eucaristía es siempre un nuevo lanzamiento, la renovación del compromiso cristiano con Jesús, con los pobres, y con el evangelio, que es justicia. Según la Biblia, el cumplimiento de la voluntad divina es algo que, como el alimento, aumenta la vitalidad y felicidad de los fieles.

¿Tragamos a Cristo? ¿Es él quien da sentido a nuestra vida? Si no es así, ¿qué es lo que marca las pautas y metas de nuestro actuar? "Haced esto" no es simplemente "oir misa" sino asimilar (hacer nuestros) los valores, los ideales, los sentimientos y pensamientos del Señor.

El cotidiano e imprescindible pan equivale a la vida del hombre que de él se sustenta. Dar pan es dar vida. Dar tu pan es dar tu vida. La palabra de Dios es, sin embargo, tan necesaria como el pan, puesto que el hombre no puede vivir y ser feliz sólo con éste (Dt 8, 3). El vino, por su parte, expresa la alegría (Sal 104, 15) y la felicidad y, por tanto, la amistad y el amor de aquellos con quienes se bebe. El color rojo del vino tinto se asemeja a la sangre, símbolo de la vida, que sólo pertenece a Dios. La palabra de Dios, presente en Jesús, se convierte en alimento de vida. No es la antigua ley la que nos mueve, es el Espíritu de Jesús quien nos dinamiza.

¿Cómo damos nuestra vida a los demás? ¿Comunicamos alegría, esperanza, amistad, libertad... o somos vino avinagrado? Ante la presencia en la mesa del cordero pascual, asado a la brasa, alguien preguntaba: "¿Por qué hacemos esto hoy?". El presidente contestaba contando las acciones salvadoras de Dios en el éxodo.

¿Cuáles son las verdaderas razones de nuestra presencia en esta Eucaristía? ¿En qué hemos experimentado la salvación y el amor de Dios? Se partía el pan y se tomaba la comida recostados en señal de "no esclavitud". El pan era sin levadura vieja, era el "pan de la libertad". Los antiguos y esclavizantes motivos de vivir, la vieja levadura que dinamizaba la vida, quedaron en Egipto. El padre de familia, con la ayuda de un farol, buscaba todos los restos de pan fermentado que pudiese haber en casa, ya que debían desaparecer completamente. "Guardaos de la levadura de los fariseos y de Herodes", de sus motivos de funcionar (/Mc/08/15).

Echad fuera la vieja levadura para ser masa nueva (/1Co/05/07). En el N. Testamento aparece cuarenta veces el adjetivo "nuevo". Todas con sentido positivo.

¿Vivimos la fe como una normativa social (vieja levadura) o como una libre y agradable relación con Dios? ¿Hemos descubierto la novedad permanente de lo cristiano? ¿Preferimos la instalación al caminar ilusionado? ¿Añoramos un mundo nuevo? Jesús habla de sí mismo como cordero pascual sacrificado, con su carne separada de su sangre, partido como el pan y ensangrentado como el vino tinto. Viene a decir: voy a la muerte como verdadera víctima pascual y mi entrega tiene carácter expiatorio y sustitutivo como describe Isaías en el poema del siervo.

A las tres de la tarde, el aire de Jerusalén se pobló con los balidos de los corderos pascuales que eran sacrificados en el templo. Pero el auténtico cordero de Dios que rompía las limitaciones humanas moría fuera de la vieja ciudad, en el calvario.

Comulgar con Cristo supone comprometerse como él a aceptar el papel de siervos en favor de todos. El evangelio de Juan, narrándonos el lavatorio de los pies en lugar de la institución de la eucaristía, quiere darnos el sentido profundo de ésta: identificarnos con Jesús, siervo y solidario con los hombres, para ser factores de liberación. Para el cristiano, la construcción de un mundo solidario y justo está esencialmente ligada con la celebración de la eucaristía. Sin justicia no hay eucaristía.

Publicado en el nº 14 de EUCARISTÍA 1989

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