ANUNCIO 1

“Zuen aurretik joango da Galileara; han ikusiko duzue" "Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis"

miércoles, 31 de diciembre de 2008

Combatir la pobreza es construir la paz



MENSAJE DE NUESTROS OBISPOS PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 2009

Queridos diocesanos:

Al comienzo del Año Nuevo queremos transmitiros nuestros mejores deseos de paz y esperanza. Que el Niño Dios, que ha renacido un año más en nuestro corazón, en nues-tro hogar y en nuestras comunidades, nos impulse a ser mensajeros y constructores de su paz. Una paz que brota, en último término,... del corazón convertido por la gracia de Dios, capaz de amar a los demás sin límites ni fronteras, como el Señor lo ha hecho, nos ha en-señado y nos ha mandado: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado” (Jn 13,34).

El mensaje del Santo Padre para esta Jornada Mundial de la paz nos invita a re-flexionar sobre el tema “Combatir la pobreza es construir la paz”. Nosotros queremos acoger con gratitud su mensaje y hacernos eco de él. Es un asunto que resuena de modo particular durante este año, debido no sólo a la pobreza que asola dramáticamente la mayor parte de la población mundial, sino que afecta también a muchas personas y familias que conviven en nuestra proximidad, debido a la grave crisis económica que padecemos. Este tema ya fue abordado en nuestro Mensaje de Navidad.

Nos recuerda el Santo Padre que la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas las contiendas armadas. A su vez, los conflictos armados agravan las situaciones de pobreza de muchos pueblos, entrando de este modo en una cruel espiral que produce gravísimas consecuencias en las personas y comunidades que los padecen, dejando profundas y dolorosas secuelas que necesitarán de varias generaciones para ser superadas.

Combatir eficazmente la pobreza constituye, por tanto, uno de los principales retos actuales de la humanidad. Es una tarea que nos incumbe y compromete a todos. Esta lucha decidida contra la pobreza se inserta en el fenómeno complejo de la globalización, con sus luces y sus sombras. Como afirma Benedicto XVI, “solamente se construye la paz si se asegura la posibilidad de un crecimiento razonable. Por sí sola, la globalización es incapaz de construir la paz, más aún, genera en muchos casos divisiones y conflictos. La globalización pone de manifiesto más bien una necesidad: la de estar orientada hacia un objetivo de profunda solidaridad, que tienda al bien de todos y cada uno. En este sentido, hay que verla como una ocasión propicia para realizar algo importante en la lucha contra la pobreza y para poner a disposición de la justicia y la paz recursos hasta ahora impensables”.

En esta perspectiva, es necesario tener una visión amplia y articulada de la pobreza. Ésta no sólo hace referencia a aspectos materiales, sino también a otros aspectos, más pro-pios de las sociedades desarrolladas, como son la pobreza relacional, moral o espiritual. Así, en nuestra sociedad del llamado “primer mundo”, encontramos personas desorientadas interiormente, carentes del sentido profundo de la vida, con una visión meramente material o interesada de la relación social, incapaces de encontrar el sentido verdadero del amor, la entrega, la solidaridad, la amistad, la fidelidad, el sacrificio, la compasión, el perdón.

La pobreza conlleva profundas implicaciones morales. En el campo de la demografía, muchos habían considerado el crecimiento de la población como causa de pobreza. Ello ha conducido a muchos países e instituciones internacionales a limitar la natalidad incluso con métodos que atentan contra la dignidad de la mujer, el derecho de los cónyuges a decidir responsablemente el número de hijos, e incluso la eliminación de la vida humana naciente. Hoy en día, a la luz de los datos socioeconómicos de países emergentes, es posible reafirmar que la población, lejos de ser considerada como una amenaza para el desarrollo, se confirma verdaderamente como una riqueza indispensable para el progreso de los pueblos. Otros aspectos que debemos poner de relieve es la necesaria lucha con las enfermedades pandémicas con métodos acordes a la dignidad de la persona, la atención a la actual crisis alimentaria que pone en peligro las necesidades básicas de alimentación de la población, y la atención a la preocupante magnitud global del gasto militar, que se sustrae a los proyectos de desarrollo de los pueblos, principalmente los más pobres. En este sentido, el Santo Padre afirma que “los Estados están llamados a una seria reflexión sobre los motivos más profundos de los conflictos, a menudo avivados por la injusticia, y a afrontarlos con una valiente autocrítica”. También es preciso señalar que uno de los aspectos más hirientes de la pobreza es que afecta principalmente a las víctimas más vulnerables como son los niños. Así, casi la mitad de quienes viven en la pobreza absoluta son niños. Esta escandalosa realidad no puede dejarnos impasibles sino implicarnos en buscar los medios adecuados y eficaces para su erradicación.

Todos estos aspectos deben conducirnos a un auténtico compromiso por luchar contra la pobreza y edificar una verdadera solidaridad global. Cada uno de nosotros es invitado a contribuir al bien común y a la paz social. Es preciso reflexionar y adoptar las medidas correctoras adecuadas acerca del modo en que se realiza el comercio internacio-nal, que tiende a dejar al margen a los países de renta baja, impidiendo de este modo el establecimiento de una relación justa y solidaria entre los pueblos que permita su desarro-llo. Así mismo, los instrumentos financieros no deben olvidar su referencia fundamental al bien común y al sostenimiento de la creación de nuevas oportunidades de producción y trabajo a largo plazo. Todo ello requiere una cooperación tanto en el plano económico como jurídico que promueva una cultura de la responsabilidad, de la solidaridad creativa, de la promoción de la justicia y de la búsqueda del bien común.

Al comienzo de Nuevo Año, todos somos convocados a la construcción de la paz que se base en la justicia, la solidaridad y la caridad. Como afirma Benedicto XVI, “la lucha contra la pobreza necesita hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano. La comunidad cristiana no dejará de asegu-rar a toda la familia humana su apoyo a las iniciativas de una solidaridad creativa, no sólo para distribuir lo superfluo, sino cambiando sobre todo los estilos de vida, los mo-delos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”. Pedimos al Señor que este deseo se haga realidad en todos nosotros. De este modo seremos portadores de una vida nueva, según el Espíritu de Dios, que de respuesta al anhelo profundo de paz, esperanza y fraternidad que palpita en el corazón de toda la humanidad.


Mons. Ricardo Blázquez
Obispo de Bilbao

Mons. Mario Iceta
Obispo Auxiliar

martes, 23 de diciembre de 2008

Mensaje para la Navidad 2008 de los obispos de Bilbao

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Austeridad y solidaridad desde la justicia y la caridad


Queridos diocesanos:

Nos disponemos a celebrar las fiestas de Navidad, en las que conmemoramos el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, hecho hombre por amor a nosotros. Este año lo vivimos en el contexto de una profunda crisis económica que afecta de modo particular a las economías más modestas. Por este motivo, queremos ofreceros unas reflexiones que nos ayuden a vivir estas fiestas conforme a lo que realmente celebramos.

No pretendemos analizar en detalle las causas y el alcance de esta crisis, pero vemos oportuno realizar las siguientes consideraciones:

1. En el origen de la crisis, además de los problemas técnicos, se encuentra la ac-tuación irresponsable e inmoral de un número importante de entidades financie-ras de ámbito internacional, que han podido actuar de tal modo por la inexisten-cia de los necesarios controles públicos. Las manifestaciones y efectos de la cri-sis son tan amplios, profundos e interdependientes que muestran las graves ca-rencias técnicas y morales del sistema sobre el que se construye nuestra econo-mía y, por tanto, nuestro estilo de vida.

2. Si bien no todos somos responsables en igual medida, el alcance de la actual cri-sis no sería tal si no estuviéramos, de alguna manera, implicados consciente o in-conscientemente en la misma. Un desarreglo tan profundo sólo ha sido posible en virtud de una cultura generalizada de búsqueda imparable del bienestar por medio del mayor beneficio en el menor plazo posible. Una cultura así se ve ne-cesitada de profundas reformas, para evitar su deriva hacia una situación social y moralmente insostenible y grave.

3. Como en toda crisis, las principales víctimas están siendo las personas más débi-les y desfavorecidas tanto en nuestro propio ámbito como en todo el mundo. Hemos de tener presente que la mayoría de nosotros formamos parte de la mino-ría del planeta que vive en condiciones privilegiadas en relación a la mayoría de la población mundial que vive en una miseria que violenta cruelmente la dignidad de la persona. Es ésta una diferencia escandalosa que nos debe hacer reflexionar en vistas a instaurar los medios adecuados para una justa y equitativa distribu-ción de bienes. Una política activa y solidaria con los desfavorecidos ha permiti-do reducir los niveles de pobreza en nuestro ámbito. A pesar de ello, siguen existiendo pobres y víctimas de la exclusión, principalmente entre los inmigran-tes, los trabajadores en precariedad y los grupos de población considerados marginales. Mujeres y jóvenes son quienes acumulan más situaciones y riesgo de pobreza.

En estas circunstancias la celebración del Nacimiento del Hijo de Dios adquiere para nosotros una relevancia particular. Por ello, queremos proponer las siguientes actitudes e iniciativas:

1. Una revisión profunda de la cultura del bienestar material como valor supremo y de sus pilares basados en el éxito inmediato y en la satisfacción consumista. Frente a esta cultura, hemos de impulsar un estilo de vida responsable marcado por la austeridad y la sobriedad personal y social. Estas actitudes adquieren mayor relevancia en unos días en los que el despilfarro y el derroche contras-tan escandalosamente con el genuino espíritu navideño.

2. La promoción y reforma de estructuras y funcionamientos en la vida política, económica y financiera que favorezcan, en un mundo globalizado, la creatividad y la iniciativa de todos, la responsabilidad social y la primacía del bien común y del destino universal de los bienes, contando con acciones y controles públicos legítimos y adecuados.

3. El desarrollo de la justicia y la solidaridad como exigencia universal de la propia dignidad humana y expresión de la caridad, virtud cristiana fundamental. Para ello es preciso que el Evangelio interpele profundamente nuestro estilo de vida.

En nuestro ámbito más inmediato, tales actitudes deben reflejarse en la promoción y mantenimiento del empleo, en la respuesta privada y pública a las demandas y necesidades de los grupos sociales más vulnerables, en el fortalecimiento de las redes primarias de solidaridad, entre las que sobresale particularmente la familia, en la utilización responsable de los servicios sociales, en el cumplimiento de las obligaciones fiscales y en otros ámbi-tos e iniciativas. Se trata de construir una sociedad más justa y fraterna, más acorde con la dignidad humana. La comunidad cristiana está llamada, de modo particular, a expresar con su modo de vida el amor incondicional de Dios por cada persona y hacer realidad su man-damiento del amor. Precisamente la Navidad, conmemorando el nacimiento de Jesús en Belén, manifiesta el amor de Dios en la sencillez, austeridad y compasión, así como su amor preferencial por los desfavorecidos, los pequeños, los cansados y agobiados.

La campaña de Cáritas en esta situación cobra un significado especial para la comu-nidad cristiana. Constituye una buena ocasión para preparar los caminos del Señor, orando intensamente y compartiendo solidaria y generosamente nuestros bienes, para ser así fer-mento de esperanza. En este sentido, nuestras diócesis han decidido destinar una cantidad adicional significativa para ayudar, por medio de Caritas, a las personas desfavorecidas más afectadas por la crisis.

A este mensaje de Navidad seguirán otros dos, con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia (28 de diciembre) y de la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero). Queremos con-tribuir de este modo a la edificación de una sociedad y un mundo más acorde con la digni-dad humana. En especial exhortamos a la comunidad diocesana a vivir este tiempo a la luz y el calor del Evangelio. Así podremos decir con verdad que la Navidad es para nosotros un tiempo de gracia, porque hace presente, por medio de palabras y hechos, la Buena Noti-cia de la salvación.


Bilbao, 17 de diciembre de 2008


Mons. Ricardo Blázquez
Obispo de Bilbao

Mons. Mario Iceta
Obispo Auxiliar



ZORIONAK!

“Hoy, en la noche del mundo y en la esperanza de la BUENA NUEVA, afirmo con audacia mi fe en el futuro de la humanidad. Me niego a creer que las circunstancias actuales hagan incapaces a los hombres para hacer una tierra mejor. Me niego a creer que el ser humano no sea más que una brizna de paja azotada por la corriente de la vida, y sin tener posibilidad alguna de influir en el curso de los acontecimientos. Creo que la verdad y el amor sin condiciones tendrán la última palabra. La vida, aun provisionalmente vencida, es siempre más fuerte que la muerte. Me atrevo a creer, que un día, todos los habitantes de la tierra podrán tener tres comidas al día para la vida de su cuerpo, educación y cultura para la salud de su espíritu, igualdad y libertad para la vida de su corazón. Creo igualmente que un día toda la humanidad reconocerá en DIOS la fuente de su amor... el lobo y el cordero podrán descansar juntos, cada hombre podrá sentarse debajo de su higuera en su vida, y nadie tendrá que tener miedo. Creo firmemente que lo conseguiremos”
Martín Luther King, en su discurso al recibir el Premio Nobel de la Paz en 1964