Austeridad y solidaridad desde la justicia y la caridad
Queridos diocesanos:
Nos disponemos a celebrar las fiestas de Navidad, en las que conmemoramos el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, hecho hombre por amor a nosotros. Este año lo vivimos en el contexto de una profunda crisis económica que afecta de modo particular a las economías más modestas. Por este motivo, queremos ofreceros unas reflexiones que nos ayuden a vivir estas fiestas conforme a lo que realmente celebramos.
No pretendemos analizar en detalle las causas y el alcance de esta crisis, pero vemos oportuno realizar las siguientes consideraciones:
1. En el origen de la crisis, además de los problemas técnicos, se encuentra la ac-tuación irresponsable e inmoral de un número importante de entidades financie-ras de ámbito internacional, que han podido actuar de tal modo por la inexisten-cia de los necesarios controles públicos. Las manifestaciones y efectos de la cri-sis son tan amplios, profundos e interdependientes que muestran las graves ca-rencias técnicas y morales del sistema sobre el que se construye nuestra econo-mía y, por tanto, nuestro estilo de vida.
2. Si bien no todos somos responsables en igual medida, el alcance de la actual cri-sis no sería tal si no estuviéramos, de alguna manera, implicados consciente o in-conscientemente en la misma. Un desarreglo tan profundo sólo ha sido posible en virtud de una cultura generalizada de búsqueda imparable del bienestar por medio del mayor beneficio en el menor plazo posible. Una cultura así se ve ne-cesitada de profundas reformas, para evitar su deriva hacia una situación social y moralmente insostenible y grave.
3. Como en toda crisis, las principales víctimas están siendo las personas más débi-les y desfavorecidas tanto en nuestro propio ámbito como en todo el mundo. Hemos de tener presente que la mayoría de nosotros formamos parte de la mino-ría del planeta que vive en condiciones privilegiadas en relación a la mayoría de la población mundial que vive en una miseria que violenta cruelmente la dignidad de la persona. Es ésta una diferencia escandalosa que nos debe hacer reflexionar en vistas a instaurar los medios adecuados para una justa y equitativa distribu-ción de bienes. Una política activa y solidaria con los desfavorecidos ha permiti-do reducir los niveles de pobreza en nuestro ámbito. A pesar de ello, siguen existiendo pobres y víctimas de la exclusión, principalmente entre los inmigran-tes, los trabajadores en precariedad y los grupos de población considerados marginales. Mujeres y jóvenes son quienes acumulan más situaciones y riesgo de pobreza.
En estas circunstancias la celebración del Nacimiento del Hijo de Dios adquiere para nosotros una relevancia particular. Por ello, queremos proponer las siguientes actitudes e iniciativas:
1. Una revisión profunda de la cultura del bienestar material como valor supremo y de sus pilares basados en el éxito inmediato y en la satisfacción consumista. Frente a esta cultura, hemos de impulsar un estilo de vida responsable marcado por la austeridad y la sobriedad personal y social. Estas actitudes adquieren mayor relevancia en unos días en los que el despilfarro y el derroche contras-tan escandalosamente con el genuino espíritu navideño.
2. La promoción y reforma de estructuras y funcionamientos en la vida política, económica y financiera que favorezcan, en un mundo globalizado, la creatividad y la iniciativa de todos, la responsabilidad social y la primacía del bien común y del destino universal de los bienes, contando con acciones y controles públicos legítimos y adecuados.
3. El desarrollo de la justicia y la solidaridad como exigencia universal de la propia dignidad humana y expresión de la caridad, virtud cristiana fundamental. Para ello es preciso que el Evangelio interpele profundamente nuestro estilo de vida.
En nuestro ámbito más inmediato, tales actitudes deben reflejarse en la promoción y mantenimiento del empleo, en la respuesta privada y pública a las demandas y necesidades de los grupos sociales más vulnerables, en el fortalecimiento de las redes primarias de solidaridad, entre las que sobresale particularmente la familia, en la utilización responsable de los servicios sociales, en el cumplimiento de las obligaciones fiscales y en otros ámbi-tos e iniciativas. Se trata de construir una sociedad más justa y fraterna, más acorde con la dignidad humana. La comunidad cristiana está llamada, de modo particular, a expresar con su modo de vida el amor incondicional de Dios por cada persona y hacer realidad su man-damiento del amor. Precisamente la Navidad, conmemorando el nacimiento de Jesús en Belén, manifiesta el amor de Dios en la sencillez, austeridad y compasión, así como su amor preferencial por los desfavorecidos, los pequeños, los cansados y agobiados.
La campaña de Cáritas en esta situación cobra un significado especial para la comu-nidad cristiana. Constituye una buena ocasión para preparar los caminos del Señor, orando intensamente y compartiendo solidaria y generosamente nuestros bienes, para ser así fer-mento de esperanza. En este sentido, nuestras diócesis han decidido destinar una cantidad adicional significativa para ayudar, por medio de Caritas, a las personas desfavorecidas más afectadas por la crisis.
A este mensaje de Navidad seguirán otros dos, con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia (28 de diciembre) y de la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero). Queremos con-tribuir de este modo a la edificación de una sociedad y un mundo más acorde con la digni-dad humana. En especial exhortamos a la comunidad diocesana a vivir este tiempo a la luz y el calor del Evangelio. Así podremos decir con verdad que la Navidad es para nosotros un tiempo de gracia, porque hace presente, por medio de palabras y hechos, la Buena Noti-cia de la salvación.
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