ANUNCIO 1

“Zuen aurretik joango da Galileara; han ikusiko duzue" "Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis"

lunes, 15 de octubre de 2007

Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza


En diciembre de 1992 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamaba el día 17 de octubre como Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Su objetivo promover una mayor conciencia sobre las necesidades para erradicar la pobreza y la indigencia en todos los países.

La pobreza constituye una violación de los derechos humanos y la negación de la dignidad humana. La lucha contra la pobreza es un elemento primordial de la paz en el mundo y del desarrollo sostenible. Una lucha que no es posible sin el fomento de la solidaridad entre los ciudadanos y del diálogo norte-sur.

La persistencia de la pobreza no es justificable ni inevitable. No es sino el reflejo del funcionamiento de los sistemas políticos y de los modelos económicos y sociales imperantes. La injusticia, la desigualdad, la discriminación, la violencia y la pobreza afectan a millones de personas.

Instamos al conjunto de la sociedad civil a que se rebele ante esta situación, porque sabemos que la pobreza puede erradicarse si existe la voluntad política para hacerlo, porque se dispone de recursos y tecnologías suficientes, porque creemos con firmeza que otro mundo más justo, sostenible y más humano es posible, urgente y necesario.


Día 20, sábado

Acción de calle: con mesas informativas, música, comercio justo, zancos, juegos infantiles, teatro de calle, pancarta colectiva...

Explanada del Arriaga, Bilbao

11:00 - 14:00 horas

Organiza: Coordinadora de ONGDs de Euskadi, REAS, EAPN.



LOS POBRES TOMAN LA PALABRA
FERNANDO ACÍN
ZARAGOZA

(Publicado en ECLESALIA, 16/10/07)

En muchas de nuestras ciudades hay eventos programados con ocasión del Día Mundial de Erradicación de la Pobreza. Veinte años después del nacimiento de esta jornada, un año más, ciudadanos de todas las ideologías y creencias se unen y alzan su voz contra la exclusión y pobreza. Una sociedad no tiene derecho a proclamarse justa y democrática si no deja un sitio a cada uno, introduciendo a los más pobres en todos sus proyectos y acciones.

Esta fue la inquietud que movió el corazón de Joseph Wresinski (1917-1988), sacerdote francés, quien vivió la dureza de la miseria en su infancia y que desde los inicios de su ministerio se propone crear una colaboración con los más pobres en la que ninguno de ellos quedara a un lado y pudiera encontrar su sitio. A su llegada al asentamiento de chabolas de Noisy-le-Grand, en la periferia de París, en 1956, se propuso que esas personas tendrían que subir los peldaños del Palacio del Elíseo, de la ONU y del Vaticano, para ser escuchados donde los ciudadanos deciden su futuro. La sociedad debía de asumir sus responsabilidades. Entendió que la miseria es una creación humana y por ello, puede ser destruida. Cualquier ser humano, por pobre o desamparado que sea, puede levantar la cabeza y la fraternidad, justicia y amor toman cuerpo cuando se pone al pobre en el centro de nuestras vidas, ya que en palabras de Joseph, amar es querer que el otro sea más grande que uno mismo y, por tanto, querer recibir de él.

En 1968, año de agitación social en Francia por los sucesos de mayo, se redacta un manifiesto con las familias que resisten con todas sus fuerzas la condición indigna a la que se les somete, junto a voluntarios comprometidos en la lucha contra la pobreza que titularon “Un pueblo habla”. El padre Joseph, en adelante, llamará a este pueblo “Cuarto Mundo”, que atraviesa fronteras y siglos.

Siempre mantuvo la convicción de que el cristiano debía de volver la mirada hacia los más desfavorecidos. ¿Cómo se puede ir hasta el fondo del encuentro con el ser humano y no llegar, sin embargo, a los más abandonados? El reto que Joseph Wresinski lanza nos lleva hasta el extremo de nuestra propia humanidad, porque sólo con esa actitud interior podremos llegar al significado de la desesperación de los más pobres, sin lo cual no podríamos revelar al mundo su esperanza.

El 17 de octubre de 1987 reunió a más de cien mil personas en la concentración internacional de los defensores de los derechos humanos en la Plaza de las Libertades y de los Derechos Humanos de París, en el Trocadero. En ese lugar, Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Y el padre Joseph dio testimonio de las personas que sufren y combaten con valor y esperanza la miseria. El recuerdo permanente de este testimonio es la inscripción que se descubrió y que cuenta con réplicas en varias ciudades de todo el mundo: Defensores de los derechos del hombre y del ciudadano de varios países se reunieron en esta plaza para rendir homenaje a las víctimas del hambre, la ignorancia y la violencia. Reafirmaron su convicción de que la miseria no es una fatalidad. Y proclamaron su solidaridad con los que luchan a través del mundo para acabar con ella. Allí donde hay hombres condenados a vivir en la miseria los derechos humanos son violados. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado. (Padre Joseph Wresinski). Naciones Unidas instituyó oficialmente, desde 1992, esta jornada como Día Mundial de Erradicación de la Pobreza.

Su mensaje nos recuerda que los más pobres nunca han ganado realmente nada hasta que los demás seres humanos no se han unido auténticamente a ellos. Estas palabras que ese 17 de octubre escribió así lo afirman: Los más pobres nos esperan a la vuelta de la esquina. ¿Qué vamos a hacer? (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

- - -> Para más información: www.joseph-wresinski.org


No hay comentarios:

Publicar un comentario